Carta
a Ramón
Querido y admirado compañero:
Cuando supe de tu jubilación,
sentí una tristeza inusitada, tal vez previendo algo muy cruel. Aunque algo
extrañada, lo achaqué a que la pérdida de un referente para nuestro Programa
iba a ser un duro golpe para todos los
miembros del colectivo, especialmente para mí, que perdía un gran responsable
bibliotecario y un cómplice impagable en las tareas de ánimo y formación para
los nuevos/as o aquellos/as que se veían en problemas de gestión.
Ya
no será lo mismo navegar por tu hermosísima y acogedora biblioteca virtual,
conocida y admirada por todos/as nosotros/as y en la que podíamos encontrar
inspiración y camino para nuestras respectivas andanzas.
Ya
no volverás a visitarme como aquella vez, en la que pudimos charlar un rato y
conocernos un poco mejor. Ya no tendré la oportunidad de que me conocieras bien
y me contaras entre tus compañeros más apreciados. Ni yo tampoco podré
conocerte a fondo, ni considerarte amigo.
Te
has ido sin avisarnos. No te has despedido de tus compañeros más allegados, de
nadie. Has emprendido “el viaje” sin dudarlo. Ya has alcanzado tu destino
definitivo de aire y de luz, de libertad y ligereza, de eternidad…
Ahora
estarás en el mejor de los mundos, en dónde no sufrirás el miedo, el dolor, la
ira , el llanto, la injusticia, la desesperanza… único consuelo para los que
más te amaron en la Tierra.
Hasta
siempre, compañero. Que la gloria y la felicidad salgan a tu encuentro como
justa compensación a tu bonhomía y trabajo incesante.
Carmen